jueves, 13 de febrero de 2014

Tinta expresa 5. Año V / N°5. Número monográfico: Identidad y nación: Literatura peruana del siglo XIX.






Tinta expresa 5. Año V / N°5. Número monográfico: Identidad y nación: Literatura peruana del siglo XIX.

La aparición del N° 5 de Tinta expresa* es una buena ocasión para ocuparnos de las letras peruanas y de la ruta que vienen siguiendo. Sin embargo, como en el afiche se me presenta como ‘conocedor’ de la literatura de nuestra antepasada centuria, me voy a permitir ocuparme únicamente de eso, es decir, de los artículos sobre la literatura peruana del siglo xix que, en la revista, cuya impecable presentación es justo destacar, reúne varios trabajos importantes reunidos bajo el epígrafe de Literatura, identidad y nación

Sería un lugar común insistir en que la historia de la literatura del siglo xix está aún pendiente de prepararse:  poco se ha dicho sobre lo que se escribía en tiempos de la Independencia y quienes lo hacían; las poesías y obras dramáticas de Pardo y las obras completas de Segura y Rojas y Cañas datan de pocos años atrás; todavía no se ha publicado una buena edición de las Tradiciones de Palma y quienes lo estudian se ven obligados a utilizar la de Aguilar de 1953;  es casi imposible encontrar textos aceptables de Gamarra y en la edición COPE de las de González Prada se sigue denominando “La Sabanita” al semanario “La Sabatina” que dirigió Luis Enrique Márquez en 1872, repitiendo el error de la edición PTCM  de la década de 1940. El comentario podría extenderse aún más.  

La publicación que comentamos ofrece, bajo el rubro Epicentro, artículos dedicados a estudiar distintos aspectos de la obra de Juan de Arona (1839-1895), Mercedes Cabello (1845-1909), Clorinda Matto (1854-1909) y Zoila Aurora Cáceres (1872-1958) y dos de carácter más amplio que se refieren, uno,  a la sátira y el poder desde el siglo xvi hasta el Costumbrismo y otro, al canon de la literatura peruana.

Si bien los escritores decimonónicos peruanos antes identificados pertenecen a generaciones sucesivas,  las obras que aparecen estudiadas por los autores de los artículos del número de Tinta Expresa que comentamos tienen un interesante acercamiento cronológico: así, a la novela Blanca Sol (1888) sigue Aves sin Nido (1889) y la aparición de El Chispazo (1891) aunque Oasis de arte (¿1910?-¿1911?) es ligeramente posterior. Ahora quiero ocuparme únicamente de los tres primeros. El período aludido tiene dos características, una política y económica y una literaria.  Desde la perspectiva política y económica, este período comienza cuatro años después de la desocupación territorial siguiente al Tratado de Ancón y al caos político en que se encontraba nuestro país: la desmoralización y la crisis económica posterior a la guerra, el triunfo revolucionario de Cáceres contra Iglesias (1885) y el gobierno del primero hasta 1890, la fuerte resistencia política a propósito de un acuerdo con los acreedores extranjeros, la sangrienta revolución de Piérola (1894-1895), etc.  Desde la óptica de la literatura, entran en plena vigencia los ataques de González Prada y los integrantes del Círculo Literario contra Palma, comienza el ingreso de la literatura modernista (Darío,  mejicanos y rioplatenses, desaparecen los últimos rezagos del romanticismo y se debilita  el realismo y el naturalismo, etc.).  Es en medio de este desorden en que concluye la literatura peruana del siglo xix y comienza la del xx.  Puesto que en el medio cultural y literario había un rechazo por todo lo que pudiera tener sabor a Virreinato y España, una revisión de las revistas culturales de la época nos sorprende puesto que no es posible determinar con rigor cuales eran los modelos que, en reemplazo de aquellos, nuestros escritores seguían. Y esa duda se mantiene hasta el ingreso de la Vanguardia. Pero cabe analizar estos artículos.   

Al referirse a Blanca Sol (1888), novela de Mercedes Cabello de Carbonera, Mercedes Victoria Maynas Medrano se ocupa de un texto valioso que había quedado opacado por la exitosa El conspirador que Cabello publicaría cuatro años después (1892) y en la que la imagen del personaje central se asemeja demasiado a Nicolás de Piérola que si bien sería un gobernante destacado a partir de 1895 el imaginario popular seguía teniendo presente su discutible carrera política que comienza en la década de 1860 y culmina con su desastrosa participación en la Guerra del Pacífico que acababa de concluir.  Tal como lo observa la autora, Blanca Sol es una novela que tiene rasgos románticos, realistas y naturalistas, lo cual no debe extrañarnos por cuanto esa caracterización es propia de casi todas las novelas del último tercio del siglo xix ya que la pervivencia de la novela romántica, en especial aquellas exitosísimas de folletín,  tuvo suficiente  fuerza como para controlar a los textos realistas y naturalistas que si en Europa en cierto modo aparecían confundidos entre sí, en el Perú como en la mayoría de los países hispanoamericanos solo se podían distinguir muy difícilmente.  En este trabajo, la autora destaca el interés de Cabello por promover ya no la educación para la mujer sino, en particular, su trabajo.  Como registraba hace algunos años Ismael Pinto en un libro fundamental para el estudio de la época, la Cabello invocaba “…proporciónese  trabajo a la mujer, porque al hacerlo, se abre una fuerza de moralidad y riqueza pública.”   Trabajos como éste no solo ponen de relieve la enorme importancia de doña Mercedes dentro del ámbito de la literatura sino su posición como pensadora que se adelantó a su tiempo y que, como consecuencia de su triste final y del limitado papel que tuvo la mujer en el Perú durante los años de cambio de siglo, resulta lamentable que aún no se cuente con una edición de sus novelas.

Entre nosotros, el nombre de Clorinda Matto de Turner se encuentra mucho más difundido que el de Mercedes Cabello y ello deriva del hecho de que su novela principal, Aves sin nido, se haya convertido en  la primera novela peruana sobre el indio y la novela peruana del siglo xix con el número  mayor de reimpresiones.  La novela tiene una trama que la acerca al romanticismo pero está ambientada en medio de un paraje en el que durante siglos el gamonal serrano había abusado del indígena. Mientras la Cabello estuvo dedicada a formular seria y rigurosamente planteamientos destinados a mejorar el país, Clorinda Matto tuvo un importante acercamiento con la política partidaria y el apoyo que le brindó al gobierno del general Cáceres determinó que una vez derrotado éste por las ‘montoneras’ que apoyaban a Piérola se viera obligada a salir del país para no volver.  La declaración inicial del autor de Nación, identidad y frontera en la prosa de Clorinda Matto de Turner, Álvaro Torres-Calderón Cisneros, establece los propósitos de su artículo:

“La labor y proyección de los textos de Clorinda Matto de Turner, en conjunto, van más allá del tema del amerindio, de la amerindia, de la mujer o del aspecto religioso. Todos sus temas son fundamentales para la construcción de su imaginario, donde la identidad y el futuro liderazgo de los americanos se forman por el reconocimiento de su propia historia, la de América, desde los Incas hasta el presente.” 

Y con el propósito anterior es que Torres-Calderón promueve la relectura de algunos textos de Clorinda: Aves sin nido, Boreales, Miniaturas y Porcelanas y Cuatro Conferencias sobre América del Sur.  Y al ocuparse de la primera de las novelas, que aparece en momentos en que el Positivismo había entrado a dominar en el Perú, observa, repitiendo a Alberto Tauro, que “…González Prada redujo la emancipación de la mujer a una lucha de hombres contra sacerdotes por el control de las almas y mentes de las mujeres” y que Mariátegui tampoco les concede la importancia que hubiera estado de acuerdo con el criterio innovador de los Siete Ensayos.  Por eso, concluye Torres Calderón, es necesario repensar la obra de la Matto puesto que no solo desecha las posiciones de los conservadores sino que pone en tela de juicio el carácter innovador de los que llama los “civilizadores” que no han mantenido una posición coherente entre las renovaciones que postulan y su actuación en la vida pública.  

Claudia Berríos Campos es la autora del tercer artículo que cubre la primera década posterior a la guerra; se ocupa de la Crítica satírica en los primeros números de El Chispazo, publicación de Pedro Paz Soldán y Unánue, más conocido por su seudónimo Juan de Arona.  La autora se limita a analizar los primeros números de la publicación que, cuando aparece, ya se presenta como continuación  de La Saeta,  otra publicación de Arona que había circulado bajo su dirección y total autoría 30 años antes.  Arona fue un hombre especialmente dotado para el trabajo serio y, aunque parezca paradójico, para la sátira desarrollada con seriedad.  Los planteamientos de El Chispazo que, por lo tanto, eran los de su autor y propietario, revelan a un hombre amargado que, una vez perdido su derecho de propiedad sobre el fundo Arona, comienza a usar el seudónimo de Juan sin tierra o su equivalente en cuatro o cinco idiomas más.  Arona fue un hombre díscolo, lo que le valió ser agredido en más de una ocasión por aquellos de los que se burlaba.  Ni las escritoras Matto y Cabello pudieron salvarse de sus, por qué no decirlo, insultos.  La publicación da testimonio del encono del propietario por la corrupción pero, como bien dice Berríos en su artículo, “…expone una imagen que configura al sujeto letrado satírico como el individuo necesario parta cimentar el orden y el progreso de la nación; al mismo tiempo, introduce su [propia] figura en la carrera política para regir el destino de la patria”.   Lo dicho es cierto solo en parte puesto que había sido funcionario público de importancia y en algún momento el presidente Morales Bermúdez le hace el ofrecimiento de una cartera ministerial, lo que declina. 

Quisiera resumir para no ser demasiado extenso.  Tinta expresa ha seleccionado un grupo de artículos bien escritos tratando de que ellos puedan proporcionar, a través de la literatura (novela, sátira), una idea cabal de lo que se pensaba en el Perú a fines del siglo xix. Por aquellos años, setenta después de la Independencia, perfilar la realidad nacional era un tema materia de debate: la clase política no había reparado aún que el Perú habría de ingresar al siglo xx sin tener ninguna de sus fronteras delimitadas; la prensa local se había concentrado en la búsqueda de los responsables de la derrota en la Guerra del Pacífico; los ideólogos finiseculares (y en especial la masonería) se había concentrado en los ataques contra la Iglesia  (tópico al cual no es ajeno Riva Agüero cuando en 1905 publica su Carácter de la literatura del Perú independiente), en la universidad el Positivismo luchaba con denuedo contra los últimos rezagos del Escolasticismo.   Lamentablemente, todos estos eran esfuerzos limeños y de gabinete. En la práctica, lo que con los años se ha denominado ‘…el Perú profundo’  permanecía inalterable y la preocupación por lo que la literatura podía aportar al desarrollo nacional era mínima.

Por eso, artículos como los tres que he comentado tienen valor puesto que ponen en conocimiento de los interesados lo que en realidad pudieron haber aportado  los intelectuales de aquellos años si su capacidad de gestión o sus aportes hubieran sido debidamente valorizados. 

Y eso debe inducirnos a promover el estudio de la literatura del siglo xix  (a partir de las inexistentes bibliografías) y a revaluar lo que significó o pudo haber significado dentro de la formación de lo que actualmente entendemos como el Perú.-

* Texto de presentación del Dr. Alberto Varillas