domingo, 26 de junio de 2011

Enrique Planas. Miedo al agua. Lima: QG editores, 2011. 48 pp. (Colección Sobrenatural del diario Correo, 2011).



Enrique Planas. Miedo al agua. Lima: QG editores, 2011. 48 pp. (Colección Sobrenatural del diario Correo, 2011).


Obra maestra ****
Muy buena ***
Buena**
Regular *

Enrique Planas (Lima, 1970) es autor de Miedo al agua. El relato centra sus acciones nuevamente en la selva y recoge su imaginario popular. Como historia tópica, apela al juego de la prohibición/transgresión. De niña, la protagonista principal ha oído relatos orales sobre la prohibición de no acercarse a las orillas del río y menos aún, entablar diálogo con extraños (en este caso se trata de un hombre rubio), pues este atrae a las mujeres hacia el mar, con lo cual terminan perdiéndose de este mundo. Ahora adulta, con estudios de periodismo, viaja a la selva, pero en su estadía, terminará por vivir una situación similar. Desde el inicio del relato el lector proyecta que el personaje vivirá una situación similar, con lo cual puede establecerse que el final del relato es en cierta medida, predecible.

La explicación a esta situación extraña e insólita se debe a la locura. En ese sentido, no hay una transformación (una metamorfosis del “bufeo” amazónico en hombre o viceversa), en ese sentido el narrador prefiere una construcción realista, deslizando así la posibilidad de la locura (con lo cual el miedo o terror sobrenatural no es plenamente producido) como explicación a los hechos en apariencia sobrenatural. Estas extrañezas, confusiones, suposiciones y ambigüedades que se generan en los pensamientos del personaje son lo mejor del relato.

Llama la atención la denuncia “ecológica” explícita en el relato. De otro lado, también que progresivamente el personaje vaya perdiendo su cultura (preferencia por lo crudo y no por lo cocido) conforme avanza el tiempo de estadía en la selva. Esa pérdida de la “cultura” tiene conexiones con textos como El señor de las moscas de William Golding; y el “llamado” final a la protagonista, definitivamente, a Dagon de H.P. Lovecraft. Esa ruptura entre pensamiento y acción resulta también conflictiva.

Finalmente, la selva se construye como otro logos: esos “hechos” solo pueden ocurrir “allá”, lejos de la civilización y urbe limeña, con lo cual se reafirma cierta mirada “orientalista” (si es posible aplicar este concepto), aunque la resolución de lo “sobrenatural” bajo la explicación realista a su vez, niega ese posibilidad, reduciéndolo a pura especulación y a la creencia popular.


Elton Honores
Universidad San Ignacio de Loyola